Esta es la parte más importante de tu programa
Cuando comencé a entrenar, mi motivación era simple: quería cambiar cómo me veía, dejar de ser el gordito del salón. Y como ese objetivo era tan importante para mí, seguía el plan al pie de la letra.
¿Estaba adolorido del día anterior? No importaba. Tocaba pierna.
¿Había ejercicios que no me gustaban? Ni modo.
¿Rangos de repeticiones eternos? Se hacían y sin gestos.
Porque había una meta clara, y como ocurre con muchas metas, también un precio que pagar. Y yo estaba dispuesto a pagarlo.
Hay objetivos que son así: demandan acciones muy concretas. No hay forma de evitarlas si de verdad lo quieres.
Pero ¿sabes qué creo que pasa con muchas personas?
Que se mienten. Dicen que quieren algo, pero cuando ven lo que implica lograrlo, se hacen para atrás y se dan cuenta que quizá no lo querían tanto. Y no, esto no es un discurso de “no lo quieres lo suficiente”. No se trata de hacerte sentir mal por no tener la fuerza de voluntad de un monje tibetano.
Lo que sí te puedo decir es que, si desde el principio no estás dispuesto a hacer lo que ese objetivo exige, es mejor soltarlo. No era tu objetivo. Y eso también está bien.
¿Sabes qué le recomendé a mi prima que me dijo que quería cambiar su físico?
Que siguiera yendo a esa clase que le encanta. La que no se pierde por nada. La que la llena de energía y la pone de buenas.
Eso es lo que tiene el programa PERFECTO: no puedes esperar a volver.
Subir de músculo no era una meta que ella quisiera en realidad porque no estaba dispuesta realmente a hacer lo que esa meta demandaba de ella.
Y si lo único que te lleva a entrenar es la fuerza de voluntad, lo vas a dejar tarde o temprano. No hay ser humano que aguante toda la vida haciendo algo que odia solo por alcanzar una meta. Y si sí, pues es una vida que no le deseo a nadie.
Déjame contarte algo curioso: Hoy en día ya no me cuesta nada ir al gimnasio. Y no es porque tenga una fuerza de voluntad inquebrantable, es porque me gusta. Porque disfruto mover mi cuerpo. Porque hago lo que me nace hacer.
Al final, el poner pie en el gimnasio con un programa no óptimo que disfrutas muchísimo siempre será mejor que el programa más eficiente, pero que odias y faltas más al gimnasio.
Hoy entreno desde otro lugar. Hoy ir al gimnasio es celebrar lo que puedo hacer. Y si un día tenía planeado hacer pierna pero se me antoja cardio y estiramiento, pues cambio la rutina.
¿Es lo ideal para progresar físicamente? Probablemente no.
Pero ya no estoy entrenando solo para cambiar cómo me veo. Estoy entrenando para seguir moviéndome toda la vida. Porque en el fondo, la parte más importante de cualquier programa de entrenamiento es esta: ¿Lo disfrutas? ¿Podrás hacerlo el resto de tu vida?
Un buen programa te cambia el cuerpo. Uno perfecto, hace que te enamores del proceso. Y ese, es el que vas a poder hacer para toda la vida.