¿Y si en lugar de criticarte te preguntas “por qué”?
Hay algo que nadie nos explica, pero que todos vivimos: nuestro cerebro ama armar historias, y entre más dramáticas sean, mejor.
Le das un simple recuerdo como: unas Canelitas con crema de avellana en lugar de pollo a la plancha, y él solito produce un episodio completo titulado “Fracaso del Fin de Semana, Parte 1" (se viene la Parte 2).
¿Por qué hacemos eso?
Por diseño, el cerebro siempre anda buscando amenazas aunque no las haya.
Antes este sistema podría salvarnos la vida, pero hoy hace que “romper la dieta” o “echar la flojera” parezca casi un evento apocalíptico. Para el cerebro, un oso y esas Canelitas, están en la misma categoría: peligro potencial.
A esto, súmale lo siguiente: el cerebro tiene una manera extraña de intentar “motivarnos”.
Cuando siente que no estamos siendo “lo suficientemente buenos”, lanza la autocrítica como si fuera un megáfono interno: “¡hazlo mejor!”, “¡ponte las pilas!”, “¡cómo se te ocurre!”.
El problema es que esa voz no sabe hablar bonito. No sabe acompañar. No sabe preguntar. Solo aprieta el botón de presión porque cree que si te incomoda, vas a cambiar.
La autocrítica es básicamente el cerebro intentando empujarte hacia la acción, pero usando la estrategia menos efectiva del planeta.
Por eso estos bucles se sienten tan automáticos: el cerebro cree que te está ayudando, cuando en realidad solo está subiendo el volumen del juicio.
Ahí es donde entra la curiosidad.
La curiosidad cambia el modo. En lugar de activar el sistema de amenaza, activa el sistema de exploración, que es mucho más amable, más presente y más útil. Es como bajarle el volumen a la alarma y subir el de la conversación real.
Y la forma más simple de activarla es con preguntas:
¿Qué pasó realmente?
¿Qué estaba necesitando en ese instante?
¿Por qué reaccioné así?
¿Qué puedo ajustar para que la próxima vez sea más fácil?
Eso hace algo poderoso: en vez de pelear contigo, te entiendes. Y cuando te entiendes, regresas al presente, te calmas y puedes elegir mejor.
Sin drama. Sin castigo. Solo con curiosidad.