Si no te divierte, en algún momento, lo vas a dejar.
Lo sé… soy un visionario, ¿no crees?
Más que un hack, creo que es una idea que olvidamos a menudo: si no disfrutas en lo más mínimo cierta actividad, en algún momento, la vas a dejar.
No me importa quien seas. Nadie tiene la fuerza de voluntad ni la disciplina para realizar algo que odian el resto de su vida.
Y sí… seguro me dirás —¿qué hay de personas como David Goggins que corren carreras de más de 160 kilómetros?, o —¿qué dirías de Jocko Willink que se despierta a las 4 de la mañana sin importar qué día sea?
Sin duda alguna, estos personajes son increíblemente disciplinados. Para empezar a realizar lo que hicieron, y hacen, tuvieron que serlo. Pero en algún momento, te puedo asegurar con certeza, que ya no se trata de disciplina. Esas acciones se han vuelto parte de su identidad, se han vuelto parte de lo que son, y sin temor a equivocarme, disfrutan hacerlas.
Puede que no lo entiendas, créeme, yo sigo sin entender a los corredores, pero esas acciones que a tí te parecen una locura, a ellos les da “un algo” que disfrutan.
Es más, puedo apostar que tú realizas algunas cosas que, para todos los demás, puede parecer que lo haces porque tienes una disciplina inquebrantable, pero sabes muy bien que lo haces porque lo disfrutas.
Puede que todo haya comenzado como disciplina y fuerza de voluntad. Así fue como inició el gimnasio para mí. Pero si es algo que permaneció contigo el resto de tu vida, es porque comenzaste a disfrutar de alguna manera.
Y piénsalo… ¿quién dijo que tienes que sufrir todo el tiempo? ¿Por qué a fuerzas tiene que haber dolor para alcanzar todas tus metas?
En algún momento (culpo a los video motivacionales), nos convencemos a nosotros mismos que, si un objetivo vale la pena, el sufrimiento es obligatorio. Si no hay dolor, si no sufres a cada momento, pues puede que ese objetivo no valga tanto la pena. Pero cómo estábamos equivocados.
En días recientes, me dí cuenta de algo: la única razón por la que soy tan constante con el gimnasio, la única razón por la que he ido mínimo 4 veces a la semana durante los últimos 17 años, es porque me divierte muchísimo. Es porque disfruto entrenar.
Y sí, lo acepto: quizá no fue así cuando empecé. En un principio, sí tuve que ser disciplinado. Hay que serlo siempre que decidimos comenzar con algo nuevo. Pero si después de probar dicha actividad durante un tiempo, no aprendes a disfrutar, no te divierte realizar esa actividad, LA VAS A DEJAR tarde o temprano.
Y ese “tarde o temprano” puede cambiar de persona a persona. Tenemos a aquellas que a la semana se dan por vencidas, como también, a aquellas que pueden estar durante años haciendo algo que odian porque la recompensa valdrá la pena en sus ojos.
Esa diferencia en el tiempo se puede resumir en lo siguiente: TU “POR QUÉ” y la LÍNEA DEL TIEMPO. Estas dos variables definen cuánto tiempo podrás emplear la fuerza de voluntad antes de dejar las cosas si no las disfrutas.
TU “POR QUÉ”
La gente puede llegar a ser increíblemente disciplinada cuando tiene un “por qué” poderoso.
El empresario que creó una empresa y la creció durante años para poder venderla.
El atleta olímpico que entrenó durante 365 días al año para llegar en condiciones óptimas a las Olimpiadas.
La madre o padre de familia que se mantienen en un trabajo que odian con tal de poder sacar a su familia adelante.
El hombre que perdió más de 50 kilogramos para poder entregar a su hija el día de su boda.
Cuando existe una razón tan poderosa para hacer las cosas, la fuerza de voluntad del ser humano se vuelve inquebrantable. Eso sí… lo será mientras se mantenga tal razón.
En el momento que esta se disipe por cualquier razón, la actividad que realizaban desaparece. Solo ve a los cientos de futbolistas y atletas que se dejan ir por completo cuando acaban sus carreras.
LÍNEA DEL TIEMPO
Va un poco de la mano de lo anterior, pero creo que es importante tomar en cuenta esta variable.
Las personas pueden ser increíblemente disciplinadas cuando existe una fecha donde ese esfuerzo termina.
Todos pueden dejar de comer lo que más les gusta durante 30 días.
Todos pueden hacer ejercicio durante un reto de 21 días.
Cuando hay una fecha límite, podemos llevar a cabo muchas acciones que no tomaríamos de saber que tienen que ser por siempre. Y creo que ese es el gran problema que existe dentro del mundo fitness: la mayoría de las personas atacan el problema como si hubiera una meta final. Cuando en realidad, solo existe el siguiente nivel de un juego que nunca acaba.
APRENDER A DISFRUTAR
Esto es algo complejo, no te voy a mentir. Ojala fuera increíblemente sencillo aprender a disfrutar de todas aquellas acciones que nos hacen bien. Simplemente, esto no es así.
Muchos autores hablan de identidad:
No se trata de leer más libros, se trata de convertirte en lector.
No se trata de salir a correr una carrera, se trata de volverte corredor.
Cuando tus acciones refuerzan la identidad que a ti te enorgullece, repites dichas acciones porque van en línea con quien te dices ser. Esto crea un bucle de retroalimentación positiva donde haces algo porque te hace sentir bien y te sientes bien porque haces ese algo.
Otros autores mencionan la competencia y la maestría:
La gente disfruta haciendo aquello para lo que es bueno. Tener la competencia para realizar alguna actividad siempre hará que la disfrutes más. La búsqueda de la maestría se vuelve a raíz del disfrute.
Existe un gran problema con esto: nadie es bueno cuando inicia algo nuevo. Y si limitamos lo que hacemos a cosas para las que ya somos competentes, pues en realidad limitamos todo lo que podemos hacer y ser.
Creo que esas dos razones son de las más importantes, pero al final, cada persona disfruta las cosas por cientos de razones distintas: la comunidad, el sentido de logro, la autodeterminación, la certidumbre que siente, etc…
Y creo que entender eso es muy poderoso: puedes aprender a disfrutar las cosas por cientos de razones distintas. Si no lo haces, tarde o temprano, las vas a dejar.